Supergirl: La Mujer del Mañana #6
«Capítulo seis: Hogar, familia y refugio»
Guionista: Tom King. Dibujante: Bilquis Evely. Portada: Bilquis Evely y Matheus Lopes. Portada alternativa: Steve Rude
¡Los traumáticos secretos del pasado de Supergirl salen a la luz mientras nuestra heroína corre hacia los confines del universo para escapar de Krem y su última arma! El asesino del padre de la joven Ruthye ha conseguido un globo de Mordru y planea utilizarlo para hacer desaparecer a nuestra heroína para siempre. ¿Podrá salvarse a sí misma y el futuro de la joven en el proceso? ¡Necesitará la ayuda de su fiel corcel, Comet, el supercaballo!
Historia
En el planeta Urrralann, Krem y los Bandoleros siembran el terror entre la población local. Ruthye relata que, durante el viaje hacia allí tras huir de Barenton, Supergirl le contó la historia de la destrucción de Krypton. Mientras Kara localiza a Krem en Urrralann, se intercalan escenas de los últimos días del planeta. Krem la amenaza con otro Orbe de Mordru, arrojándoselo y asegurándole que no podrá escapar, pero Supergirl ya ha previsto su movimiento. Huye del orbe a velocidad supersónica, haciendo añicos el suelo bajo sus pies, hasta encontrar a Comet. Se impulsa sobre su lomo y despega rumbo al espacio.
Ruthye explica que los terremotos comenzaron cuando Kara regresaba del colegio. En su camino encontró a un tendero conocido, herido y sangrando, y un cochecito volcado y vacío. «Krypton no murió en un solo día», narra Ruthye, «los dioses no son tan considerados». Asistimos entonces a la destrucción del planeta: su explosión, la separación de Argo City de la superficie y la muerte de la mayoría de sus habitantes durante el desgarramiento.
Algunos sobrevivieron, entre ellos Zor-El, padre de Kara, quien creó una burbuja de atmósfera artificial para mantener con vida a los supervivientes. Vemos morir a Alura In-Ze, la madre de Kara. A la deriva, los restos de Krypton se transformaron en kriptonita, y la propia tierra comenzó a envenenarlos. Zor-El descubrió que el plomo podía bloquear la radiación, pero el trabajo era titánico y letal; al final, solo Kara tuvo la fuerza necesaria para completarlo. De los 18.000 ciudadanos de Argo que sobrevivieron a la explosión inicial, 13.000 murieron a causa de la radiación.
El espacio parece dilatarse mientras Comet deja atrás al orbe, reflejando lo ocurrido en Argo un año después, cuando llegó la tormenta. Fragmentos de meteorito, pequeños como balas, comenzaron a erosionar el escudo, y la radiación regresó.
Kara encontró a su padre en el laboratorio, llorando. «¿Hay esperanza?», le preguntó. «Siempre hay esperanza. Para ti», respondió él. Le explicó que el escudo no podía repararse, que la radiación volvería, pero que aún podía construir una nave con capacidad para un solo pasajero. «Nosotros moriremos. Tú vivirás». Kara se negó, preguntando por qué debía ser ella. «Porque eres mi pequeña y tengo que salvarte», respondió Zor-El. Cuando ella cuestionó cómo podría seguir siendo una niña después de todo lo vivido, él le aseguró que el mañana llegaría, que el mundo y las estrellas pasarían, y que algún día, al mirar atrás, recordaría que, pese a todo el dolor soportado, siempre sería su pequeña.
Vemos a Comet alcanzar el borde del universo, un lugar donde el Big Bang aún no ha llegado. El Orbe de Mordru lo persigue, pero acaba desvaneciéndose: la magia no puede alcanzar aquello a lo que la fuente aún no ha llegado.
Ruthye concluye que decir que alguien carga con el peso del mundo sobre sus hombros suele ser una metáfora gastada, pero en el caso de Supergirl no lo es. «Cada día de su vida lleva consigo ese planeta muerto. Cada día, al atravesar innumerables valles de muerte, sentía su peso arrastrándola hacia el suelo… y aun así, cada día seguía avanzando». Finalmente, Supergirl y Comet regresan a Urrralann para capturar a Krem.
Supergirl: La Mujer del Mañana #6
Opinión

Resulta asombroso que, tras seis números, esta serie continúe sorprendiendo en todos los frentes.
Supergirl es uno de los personajes que Tom King maneja con mayor soltura, y su visión de la destrucción de Krypton se cuenta entre las más impactantes que se han visto del personaje. La presenta como una etapa profundamente desoladora, en la que Kara presencia cómo quienes ama mueren de forma brutal en el caos inicial o se apagan lentamente al comprender que su propio mundo los está envenenando al transformarse en kriptonita. Aun así, la influencia de sus padres le impide perder la esperanza, sentando las bases de la heroína en la que estaba destinada a convertirse.
A diferencia de Kara, Superman fue enviado a la Tierra cuando apenas era un bebé, por lo que su conocimiento de Krypton es indirecto. Él se convirtió en el hombre que es gracias a haber sido criado por personas bondadosas, pero Supergirl estuvo allí. Vio a su gente morir aplastada por los edificios y consumirse por la radiación, y solo logró seguir adelante porque sus padres le pidieron que no renunciara a la esperanza. Esa fortaleza forjada en la tragedia se refleja de forma visual cuando supera el dispositivo de transporte que la dejó varada junto a Ruthye en el número anterior.
Si se observa la serie a través del prisma del viaje del héroe, el capítulo previo representaría “la prueba”, donde Supergirl y Ruthye rozan la muerte antes de salir adelante juntas. Este número funciona como “el acercamiento al final”: alcanzan por fin a Krem, pero todavía deben superar un último obstáculo antes del enfrentamiento definitivo. King dosifica el ritmo con gran precisión, hasta el punto de despertar el deseo de seguir leyendo sus historias con Kara, de manera similar a lo logrado durante su aclamada etapa con Dick Grayson.
Bilquis Evely continúa brillando con un apartado artístico deslumbrante, reforzado por los colores altamente evocadores de Matheus Lopes.
A lo largo de la serie se han mostrado paisajes exuberantes, entornos pantanosos y ciudades de gran belleza, pero en esta ocasión destacan espectaculares escenas espaciales y una visión devastadora de Krypton en ruinas. Uno de los grandes talentos de Evely es su capacidad para transmitir escala, velocidad y asombro, algo que alcanza un punto álgido con la repentina reaparición de Comet, el caballo mágico de Supergirl. Ambos cruzan el cosmos a toda velocidad mientras el Orbe de Mordru los persigue, generando una sensación de vértigo gracias a las líneas de movimiento, la zancada de Comet y la expresión de Kara, sacudida por la rapidez del viaje.
Estas secuencias se intercalan con páginas que muestran las consecuencias de las primeras ondas de choque en Krypton y la posterior separación de Argo City. Ver a Supergirl contemplar los restos de su hogar resulta inquietante, con el sol al fondo como un presagio suspendido entre el caos, el humo y la mirada vacía de Kara. Más adelante, cuando participa en el esfuerzo por evitar que los cimientos de Argo acaben con los supervivientes, el agotamiento se refleja con crudeza en su rostro, mientras continúa trabajando viñeta tras viñeta cuando los demás ya no pueden más. Sus reacciones ante la muerte de su madre y su posterior envío al espacio, al igual que su primo Kal, son profundamente devastadoras.
Como en cada entrega, el trabajo de Lopes es sobresaliente. Al alternar tonos apagados para el pasado con colores más vivos para el presente, consigue que la narración visual se sienta cohesionada y completa. Cada escenario espacial posee una identidad propia: azules suaves para ciertas regiones del cosmos, naranjas y rojos intensos para el sol gigantesco que atraviesan a toda velocidad, o espirales verdes y púrpuras al cruzar una galaxia cercana.
En los recuerdos predominan los morados claros, que envuelven el pasado en una neblina melancólica; los verdes suaves, que evocan la ciudad envenenada por la kriptonita; y los rojos tenues del sol, que sugieren que incluso en las circunstancias más oscuras Kara conserva la capacidad de esperar. Cada página es un deleite visual, y Lopes confirma que es, sin duda, uno de los coloristas más destacados que trabajan actualmente en DC.
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